Sólo dos palabras podrían resumir el pensamiento y la praxis de Hermann Guggiari: sumar libertades. La palabra libertad aparecía una y otra vez en sus discursos. Con esa palabra nombró una de sus obras más significativas, aquella con la que obtuvo Medalla de Plata en la V Bienal de Sao Paulo en 1959. Su pasión por el concepto de libertad se equiparaba a su confesa predilección por el hierro. Con ese metal privilegiado, que combina ductilidad y fortaleza -casi una metáfora de su personalidad-, fue capaz de crear enormes y macizos volúmenes al tiempo que dibujar burbujas aéreas y filigranas laberínticas.
Al margen de las muchas obras que realizó por encargo (bustos, máscaras, memoriales), los contenidos de su creación personal se desplazaban entre el desgarramiento y la celebración gozosa de la vida, dos polos que convergen en su célebre obra “Parto”. Este parto es ciertamente una partida, un abandono del seno materno, comienzo de vida y promesa de libertad. Pero ese fragmento desprendido, liberado, es también la expulsión, destierro, extrañamiento.
“Nuestra naturaleza es la libertad” decía con frecuencia. “Por eso el hombre es todavía un niño en la historia, pues no se puede llamar civilizado a quien no superó todavía la guerra. Pero lo positivo de él, en esa misma historia, es su lucha por la libertad. Hay que sumar libertades. Una filosofía que las anule, llámese fascismo, marxismo o nazismo, está súper atrasada. La democracia es el mejor sistema, los otros son reaccionarios, no permiten el libre juego de las ideas. En el mundo los dirigentes tendrían que ser artistas”. Hermann era optimista pero no era ingenuo. En sus obras persistía la utopía del hombre libre, de una sociedad justa, pero también se exponían la aspereza, la fragilidad y la corruptibilidad de la condición humana. “Ícaro” es, en este sentido, una de sus piezas emblemáticas: un ala caída, lacerada.
En muchos aspectos es posible decir que su personalidad ha llegado a superar su obra. Y esto no va en desmedro de ella, sino todo lo contrario. Siempre había algo más en él que no acababa de manifestarse, o cuya concreción podría haber sido diferente. Ya se preguntaba Michaux: “¿Quién no es mejor que su vida?” Sus reflexiones estaban teñidas de una cierta pasión por lo inalcanzable. La conocida anécdota de que su carrera comenzó cuando rompió el niño Jesús del pesebre familiar y se vio obligado a modelar de urgencia uno nuevo para reponerlo, no hace más que nutrir el mito: el arte era su destino. Como también lo fue la ecología. En su imaginario personal su ser de artista se gestó entre la música del piano de su madre y la arborización de Asunción que realizó su padre cuando era intendente municipal.
En una ciudad cuya arquitectura se definía por casonas abiertas a los jardines tropicales y el ornato de paredes y cornisas, Hermann prefirió experimentar (y hacer experimentar a su familia) las cualidades de un nuevo tipo de vivienda, esférica, semienterrada, con módulos dispuestos e intercomunicados en medio de la vegetación. Sus construcciones, así diseminadas, con estructura de metal y recubrimiento de cemento y/o botellas de recicladas, prefiguraban ya propuestas habitacionales aplicables hoy en día a zonas de desastre. No llegó a realizar la “ciudad ecológica” que pretendía, como tampoco llegó a instalar su gran arpa eólica en el Lago Ypacaraí o en la Bahía de Asunción.
La figura de Hermann Guggiari aparece en la escena de la modernidad paraguaya, casi solitaria, no vinculada a ningún movimiento particular, y en paralelo a otros afanes rupturistas. Sin pretensiones intelectuales, su práctica artística –marcada por un fuerte individualismo- se fundamentaba en la intuición, en la certeza de lo vivido y la fuerza de lo soñado. Fue una de esas raras personalidades que, sin instalar preceptos o desarrollar, generan ambiente, tienen la cualidad de abrir espacios y crear momentos propicios para el acontecimiento. Éste ha sido el espíritu de “El bosque de los artistas” la feria que organizó ininterrumpidamente durante 25 años, de la que emergieron nombres clave de la plástica paraguaya.
Asunción, enero 2012 (Publicado en el Correo Semanal, diario Última Hora, 07.01.12)
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